Lo más destacable de esta forma de enseñanza es que hace al alumnado responsable de su propio aprendizaje. Se considera al niño/a capaz de tomar sus propias decisiones y detectar sus propios errores, gracias al uso de materiales diseñados para dicho fin. Por ello, no existe un tiempo límite en la realización de actividades. Si al niño/a le apetece seguir pintando, por ejemplo, se le permite seguir, en lugar de fijar horarios concretos para actividades concretas.
Los niños y niñas son autónomos en la medida en la que les es posible: suben y bajan escaleras sin ayuda, juegan con todo tipo de materiales... esto es porque se les proporcionan las condiciones adecuadas que dan lugar a este suceso. Por ejemplo, las escaleras están adaptadas para que puedan agarrarse y bajarlas de forma segura. El papel del adulto será observar y guiar en las actividades, averiguando las capacidades, intereses y necesidades individuales, para así adaptarse a cada niño/a y hacer más atractivo el aprendizaje de los distintos contenidos. Por ejemplo, para un niño al que le gusten los animales, le podremos enseñar a contar usando muñecos de animales, mientras que a otro se le podrá enseñar con coches.
Otro punto vital es el alto nivel de implicación de los padres y madres; colaboran en todo lo que se les propone: llevando materiales, manteniendo el centro, reformando instalaciones, creando nuevos juguetes…
Por otro lado, no importan las condiciones meteorológicas, la hora de salir al patio y tomar aire fresco está asegurada. Siempre adaptándose a las características climáticas: botas de agua y chubasquero en invierno, juguetes de agua en verano, siempre aprovechando las virtudes del contexto.
Cada sala consta de unos materiales concretos para realizar actividades concretas, por tanto podemos encontrar sala para pintar, de lectura, otra de juego simbólico, salas de experimentación con piezas, áreas de trabajo individual, en grupo, y un largo etcétera. O bien encontramos amplias aulas divididas por espacios.
No existe una programación previa fijada y rígida, sino que ésta va surgiendo según las necesidades e inquietudes de los niños/as. Ésto es lo que nos lleva al primer punto y sobre el que se sostienen los demás: los niños/as son responsables de su propio aprendizaje.
Es muy interesante el hecho de que los materiales presentes en el aula van renovándose continuamente, ya que siempre van a estar relacionados con la materia que estamos tratando. Es por ésto que se realiza mucho hincapié en el reciclaje. Un signo muy característico para identificar un espacio Montessori es fijarnos en la decoración: paredes en tonos neutros (normalmente blanco) decoradas con las actividades que se van realizando.
El ratio de niños/as por educador normalmente suele ser menor que el habitual, ofreciendo así la posibilidad de una enseñanza más centrada en los intereses y necesidades individuales. Además, si existe un alumno con necesidades especiales, contará con la ayuda de un/a educador/a extra.
A modo de conclusión, un centro que cumpla con las características Montessori va a fomentar desde edades tempranas la autonomía de los niños/as, adaptándose a las características individuales de cada alumno/a.
“La primera tarea es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle.“ María Montessori
El artículo es de nuestra colaboradora Laura Mezzo Iniesta, TSEI en educación infantil además de Especialista en TEA y atención temprana.